De cómo continuar una conversación

Episodio del día 20 de diciembre de 2020

Palabras por Julie Catherine Guardo Quintero


Ese día salí por la tarde a verme con mi novio. No me quise arreglar mucho así que busqué un tutorial sobre maquillaje y lo seguí al pie de la letra. La verdad me quedó bastante parecido, qué orgullo. Me vestí con mis shorts de jeans favoritos, mi camiseta roja a cuadros y el sombrero de lazo amarillo que compré con lo que me gané cuando vendí unas muñecas feas que me había regalado mi papá, creyendo que aún jugaba con muñecas. Guardé mi labial, mi celular, las llaves y, lo más importante, el control. Era imposible que yo saliera de casa sin mi control. Con él llevaba toda mi vida organizada, todas mis relaciones jerarquizadas y mis conversaciones priorizadas. Salí corriendo y no alcancé a organizar mi cuarto porque ya iba tarde para mi encuentro con Julián, de seguro no tardaba en preguntarme dónde estaba. 


        - Lina, debes organizar tu cuarto antes de salir, alcancé a ver qué dejaste la cama sin arreglar y todos los libros tirados en el escritorio- gritó mi mamá cuando me vio por la puerta. 


No tenía tiempo para organizar mi cuarto, lo haría cuando regresara. Saqué el control y le sonreí a mi mamá mientras le apuntaba con él. Oprimí un botón y automáticamente mi mamá se quedó estática cual estatua, ni el más fino de sus cabellos reaccionaba a la brisa. Con los meses había aprendido que era importante siempre sonreírle a las personas antes de pausarlas con el control, así cuando vuelvo a su conversación no se sienten mal por no haberles contestado. Mi mamá no me dejó opción, tenía prisa. 


Corrí por todo el lobby del conjunto, hasta llegar a la portería, saludé a Pepe el portero y cuando estaba próxima a salir escuché la voz de Pepe deteniéndome. 


        - ¡Espere Lina! Le llegó un paquete esta mañana, permítame entregárselo.


        - ¡Qué nadie entiende que voy apurada el día de hoy! - pensé molesta con el mundo.


Le apunté al señor Pepe con el control, sonreí y oprimí el botón. 


        - Cuando regrese continuamos con esta conversación Pepe. ¡Hasta luego! - grité a la estatua del señor Pepe mientras salía del conjunto. 


<<Hoy es un día muy especial. Hoy es el día en que finalmente le diré a Julián que me gusta muchísimo y que me quiero casar con él. Definitivamente somos el uno para el otro. Ha sido increíble la semana que llevamos saliendo, la mejor semana de mi vida. Adoro hablar con él, adoro como me escucha como si solo yo hablara en el mundo entero. Quédate con alguien que te escuche de verdad, creo que es lo más importante >>


Cuando llegué al parque tuve que sacar el control unas tres veces más. Una señora estaba alimentando palomas y que me quería mostrar cómo cada paloma comía su maíz; un niño me vio cara de princesa y se pudo a gritar que yo era una princesa y qué dónde estaba mi corona, y un muchacho que estaba detrás mío me iba a decir algo sobre las estrellas y un tal club de astronomía. Pero como tenía prisa, no quería ver palomas comiendo, ni ser confundida con una princesa y mucho menos escuchar sobre un club de astronomía. Seguí mi camino y dejé atrás a las tres estatuas. 


Por fin vi a Julián, estaba sentado en una banca, con unos jeans y una camiseta roja, curiosamente combinamos con la ropa. <<Hasta en eso somos perfectos>> pensé. 


        - Hola Julián 


        - Hola Lina. Qué bueno que hayas llegado, debo decirte algo muy importante - dijo Julián con la cabeza un poco baja. 


        - Yo también debo decirte algo muy importante para mí - contesté sonrojándome


        - Habla tú primero - mencionó él


<<Ahí está esa actitud de escucha que tanto me encanta>>


       - Julían, desde que empezamos a salir he sentido que eres la persona más atenta y amable que conozco, siempre estás dispuesto a escucharme y siempre saber cómo continuar una conversación. Nunca nada es aburrido si tú estás ahí. Me gustaría casarme contigo. ¿Qué dices? - cuando acabé de hablar mi corazón latía a mil por segundo, estaba muy nerviosa y, a la vez, emocionada por su respuesta. 


Julián me miró directamente a los ojos, sentí cómo recorrió todo mi rostro con sus ojos. Posó sus manos sobre las mías, con una me sujetó la mano derecha y observó mi dedo anular mientras su sonrisa se hacía cada vez más notoria. 

Yo sentía que iba a explotar de la felicidad, estaba segura de su respuesta. 

Con su mano libre comenzó a abrir un maletín que tenía al lado. Comenzó a sacar un objeto que, a simple vista, se veía brillante como diamante. Poco a poco, su sonrisa aumentaba mientras iba sacando el objeto brillante del maletín. Cuando pude ver qué era ciertamente me desilusioné. Era un control, como el mío. Lo miré extrañada mientras el terminaba de sacarlo. 


Quise replicar, pero fue demasiado tarde, lo vi mientras apuntaba con su control con esa gran sonrisa. Lo seguí viendo mientras sentía cómo mi cuerpo se dormía poco a poco, mis músculos no respondían y no podía moverme. Ni el cabello más fino parecía responder a la brisa. Lo vi mientras se iba, y yo no podía moverme. Lo vi mientras me dejaba estática, sin poder hacer nada, con una respuesta pendiente y millones de explicaciones. Solo en ese recordé todas las conversaciones que no quise continuar ese día. Ahora, creo que jamás las podré continuar. 





Palabras por Daniela Alejandra Galeano Camacho


Instrucciones para dominar la ciencia de una conversación humana

 

He aquí lo que pienso al respecto: las personas no se enamoran de un día al otro, las personas no se hacen amigas a primera vista, las personas no leen pensamientos; no somos psíquicos ni magos, no somos seres de miradas parlantes o libros abiertos al instante. La conversación es nuestro único medio para expresar con total claridad a otros, sin lugar a dudas o malinterpretaciones -la mayoría de veces-, nuestras intenciones. Suspiré.

—Debes hablar primero Catalina, debes hacerlo -me dije tomando aire hondo sintiendo el frío espantoso entrar en mis pulmones. A la una, a las dos y a las tres... el primer paso es siempre el más difícil de dar.

Miré a los ojos frente a mí; mientras subía mi rostro me arrepentía. Esos ojos cafés eran como una piscina llena de miel, provocativos sin duda, pero una vez dentro te sientes atascada, como pegada a ellos. Los ojos nunca han sido mi rasgo favorito, pero cuando se trata de la ciencia de la conversación humana no hay mejor estrategia que comenzar conquistando estas enormes piscinas de miel. Tomen nota:

Primero, mirar a los ojos (nunca falla).

Sentí el sudor bajar por mi frente, las gotas eran grandes y se sentían espesas, aunque no lo fueran en realidad. Posar mis ojos en aquellos frente a mí no era realmente lo más difícil de este primer paso; lo más difícil era mantener la mirada y concentrarse para dar el siguiente paso de forma rápida y segura, antes de que la situación derivara en suposiciones erróneas.

Ahora sonríe Catalina. Una sonrisa cálida, no tan pícara, más bien decidida -me dije arqueando mis labios e intentando diferentes muecas que dieran una expresión cordial y no terrorífica.

La sonrisa es el segundo paso, el primero para establecer un sentimiento de tranquilidad y frescura. La sonrisa transmite nuevamente la confianza que debe proyectarse desde el comienzo en los ojos. Me era difícil no obviar lo mucho que detestaba esa sonrisa; desde pequeña había tenido los dientes torcidos y aquellos delgados labios siempre se torcían un poco hacia la izquierda cuando no sonreía plenamente. Tomen nota:

Segundo, sonreír levemente (las sonrisas amigables siempre son un buen comienzo).

—Y aquí viene lo más difícil de todo; respira hondo y comienza -susurré para mis adentros intentando dar pie a una falsa seguridad.

Un ¡hey! era muy confianzudo, un ¿qué tal? también; al comenzar a practicar la teoría de esta incierta ciencia no debemos dar por hecho nada del otro, es mejor intentar ser lo más naturales que podamos.

El saludo no solamente es el tercer paso, no solamente es el más importante, es aquel que rectifica los demás. Si comenzaste firme con tus ojos, una sonrisa con la que lograste opacar tu miedo, pero tus primeras palabras salen de ti como balas disparadas de forma inútil o tambaleándose como borrachas o entrecortadas por una señal, entonces perdiste todo. La teoría y la práctica son cosas distintas, y probablemente te encuentres con muchos obstáculos, pero en este paso debes esforzarte al máximo, nada puede salir mal.

La voz, ese es otro factor muy importante. No grites, no susurres, el volumen de la voz de una conversación parece ser algo obvio de controlar, pero no lo es cuando la estas comenzando. Mantener el volumen intermedio y estable, un tono amigable, todo esto hay que pensarlo a la hora de comenzar. Un hola estará bien. Suspiré.

—Hola -dije a quien se hallaba frente a mí; ojos fijos, sonrisa y voz, todo parecía ir en orden.

Tomen nota:

Tercero, saludar (sí, un hola funciona… tal vez demasiado).

Perdí la concentración cuando todo comenzó a caerse a pedazos, los planes, los pasos, la ciencia, mis ojos, mi seguridad, la teoría y las notas escritas en la libreta que posaba en mi regazo. Aquellos ojos frente a mí, aquellos que estaban fijos y me seguían sin retraso parpadearon sin mi permiso; aquellos labios sonrieron más de lo normal, se veían ajenos; aquellas cejas se arquearon rebelándose a mis ordenes; y la cabeza se inclinó un poco para soportar finalmente mi mayor temor. Ahogué un grito.

—Hola Catalina -me respondió el espejo.

Tomen nota:

Nunca practiquen con su reflejo.